Doctrina




Carolina Cerrano1 y Álvaro García2

Pensando en la tormenta. Carlos Vaz Ferreira y su visión del ultra proteccionismo en tiempos de crisis




Thinking of the Storm. Carlos Vaz Ferreira and his Vision of the Extreme Protectionism in Times of Crisis

Pensando sobre a tempestade. Carlos Vaz Ferreira e sua visão de ultraprotecionismo em tempos de crise




1Universidad de Montevideo - ANII. ORCID: 0000-0002-0541-9623.  Contacto: ccerrano@um. edu. uy

2 Universidad de Montevideo.  ORCID: 0000-0002-0532-1845.   Contacto: alv_gar_al@yahoo. com. ar




Resumen: En este artículo se rescata un ciclo de cinco conferencias sobre “El ultra proteccionismo” dictadas por el abogado y filósofo uruguayo Carlos Vaz Ferreira en la Universidad de la República a mediados de 1932. El valor de sus apreciaciones sobre este “mal” que afectaba a la humanidad lo mantiene vigente en 1944 cuando volvió a disertar sobre este tema, una vez más en el marco universitario. Vaz Ferreira se hizo eco de la gravedad de la crisis del capitalismo, como voz referente en el Uruguay del centenario. Aportó una mirada defensora del liberalismo comercial. No obstante, dada la imposibilidad de su práctica generalizada en ese tiempo, se presentó como un “proteccionista racional”.
Palabras clave: Carlos Vaz Ferreira, Uruguay, crisis económica, ultra proteccionismo.

Abstract: This article takes a look at a series of lectures about “extreme protectionism” given at the Universidad de la República (1932) by the Uruguayan lawyer and philosopher Carlos Vaz Ferreira. He remained relevant as a thinker in 1944, when he revisited this topic, because of the significance of his ideas about protectionism, an “evil” that afected humanity. Vaz Ferreira pointed out the importance of the crisis of capitalism, becoming a referent in the Uruguay Centennial. He provides a defense of free trade. Nevertheless, given the impossibility of its generalized practice at the time, he defined himself as a “rational protectionist”.
Keywords: Carlos Vaz Ferreira, Uruguay, Economic Crisis, Extreme Protectionism.

Resumo: Neste artigo rescatam-se um ciclo de cinco conferencas sobre “o ultra prote- cionismo” ditadas pelo adivogado e filósofo uruguaio Carlos Vaz Ferreira na Universida- de da República a meiados de 1932. O valor de seus apreciacoes sobre este mal que afectava á humanidade o mantem vigente em 1944 quando voltou a disertar sobre este te- ma, mais uma vez no marco universitario. Vaz Ferreira fez eco da gravedade da crise do capitalismo, sua voz referente no Uruguai do centenário aportou um olhar defensor do li- beralismo comercial, nao obstante, dada a imposibilidade de sua prática generalizada se apresenta como um “protecionista racional”.
Palavras-chave: Carlos Vaz Ferreira, Uruguai, crise económica,ultra protecionismo.


Recibido: 20200914 - Aceptado: 20201014


Introducción


Carlos Vaz Ferreira, abogado y prestigioso filósofo, integrante de la generación del novecientos, tenía reputación de ser una voz académica en la construcción simbólica, ideológica y cultural del Uruguay del centenario. La Universidad de la República fue el principal lugar de difusión de sus ideas, a través de conferencias, cursos y libros(1).


Este artículo analiza un ciclo de cinco conferencias que Vaz Ferreira impartió entre agosto y setiembre de 1932 sobre “El ultra proteccionismo”. Estas fueron dictadas en la Universidad de la República y publicadas por la Revista Económica Sudamericana, órgano de la Unión Industrial Uruguaya, en sus números de octubre y diciembre de ese año y en su primer ejemplar de enero de 1933(2). En sus obras completas solo se ha divulgado sobre este tema una conferencia con el mismo título, disertada, también en la Universidad, en 1944. En aquella ocasión mantuvo de forma prácticamente textual los principales argumentos de las conferencias de 1932, y destacó la vigencia de sus razonamientos doce años más tarde, en un contexto internacional signado por el desarrollo de la Segunda Guerra Mundial. El interés por estas conferencias reside en conocer la posición de Vaz Ferreira en el marco de la aguda crisis iniciada a fines de 1929 y cómo él analiza sus causas y efectos en su país y a nivel global.


En la primera parte de este trabajo se hace una referencia a la crisis económica y sus repercusiones comerciales, en especial en Uruguay. Esta sección sirve como marco histórico para ubicar el ambiente económico y político en el que Vaz Ferreira elaboró sus reflexiones sobre el “ultra proteccionismo”. En sus conferencias se puede apreciar la honda preocupación sobre la situación económica mundial. Resulta interesante rescatar estas ideas, ya que no provienen del análisis económico profesional y al mismo tiempo se puede conocer otra faceta del pensamiento del filósofo uruguayo. En este artículo se presenta su mirada crítica al proteccionismo que preponderaba en su presente -tanto en 1932 como en 1944-, el cual fue definido por el autor como el “mal económico” de la humanidad. Desde su mirada este no era un hecho reciente sino producto de procesos históricos, económicos e ideológicos previos a la gran guerra, y cuyas “exageraciones monstruosas” -aislamiento de las naciones y hostilidad económica (guerras de tarifas y barreras aduaneras), alimento de odios y desconfianzas- se habían exacerbado después de esta. Por lo tanto, el objetivo de este artículo es recuperar el testimonio de Vaz Ferreira en el contexto de discusión de la peor crisis económica registrada por el capitalismo hasta ese momento.


La crisis mundial: el proteccionismo y su impacto en Uruguay


La crisis originada tras el crac de la Bolsa de Valores de Nueva York en octubre de 1929 se difundió rápidamente por el resto del mundo. Este país, convertido desde los años veinte en potencia financiera y comercial, tenía un amplio alcance en Europa y América Latina. Es así como la “disminución de la demanda de importaciones por parte de Estados Unidos provocó en muchos países una fuerte caída de sus exportaciones, la cual, a su vez, condujo a que éstos disminuyeran la demanda de importaciones, retroalimentando la espiral contractiva del comercio a escala mundial” (Tafunell, 2010, 321). Desde el inicio de la Gran Depresión los países siguieron una estrategia proteccionista en lo comercial y de control de cambios en lo financiero lo que signó una época en materia económica. Esto desencadenó una reacción en cadena de restricciones a la circulación de bienes y capitales. Con este tipo de políticas, cada país buscaba mejorar la renta y el empleo interno a expensas de los demás. En cuanto a los capitales, su escasez para ser prestados y las mínimas inversiones hicieron que las economías se retrajeran al mercado interno.


Por su parte, Gran Bretaña, paradigma del libre comercio y potencia económica e industrial, también aplicó el proteccionismo. De esta manera, sus importaciones comenzarían a tener un mayor costo tarifario y a restringirse su arribo en cuotas. Estos límites impuestos por las economías centrales causaron una contracción del comercio mundial y arrastraron a los países periféricos en un espiral recesivo de descenso de la producción, aumento del desempleo y caída de los salarios (Tafunell, 2010, 322).


Para el caso de los países latinoamericanos, la crisis mostró con crudeza las fi- suras del modelo agroexportador y fue un catalizador para profundizar la industrialización sustitutiva de importaciones. Según Bértola y Ocampo (2013), más que la irrupción de un nuevo modelo de desarrollo lo que se produjo fue la “sucesión de choques macroeconómicos de gran intensidad a los cuales respondieron los distintos países de manera pragmática, en no pocos casos francamente improvisada o replicando las acciones que estaban llevando a cabo los países industrializados” (170). Aunque con diferencias en regiones y potencialidades individuales esta industrialización se dio con dificultades y fuertes debilidades.


Uruguay no estuvo exento de los embates económicos de la crisis mundial. Como país periférico y dependiente de los mercados centrales, en especial el británico, sufrió las restricciones comerciales. La reducción de la demanda de materias primas generó un descenso notorio en la producción de carnes y lanas, extendiéndose de esta manera el tan temido desempleo. El Consejo Nacional de Administración (CNA)(3) tomó distintas medidas para afrontar la crisis económica con diverso éxito y no con pocas reacciones de los grupos empresariales que se veían en mayor o menor medida perjudicados por las mismas(4).


La colocación de la producción agropecuaria fue uno de los mayores desafíos de las autoridades orientales. El Uruguay agroexportador exigía máximos esfuerzos en materia de negociación externa para canalizar la principal fuente de divisas del país. Entre 1930 y 1932 el descenso de los precios internacionales fue cada vez más pronunciado. Esto se sumó a la interrupción de la llegada de divisas provenientes de los préstamos extranjeros. Así pues, “la vida económica del país quedaba librada a lo que se pudiese vender al mundo” (Caetano y Jacob, 1990, 17). El 15 de diciembre de 1931, el gobierno a través de la cancillería organizó la “Conferencia Económica de Montevideo”, donde participaron Argentina, Brasil y Uruguay. En el discurso inaugural, el presidente Gabriel Terra apeló a lograr la complementación económica regional de la producción agropecuaria mediante la concesión de tarifas aduaneras recíprocas, lo que involucraba a la industrialización de la carne. La in- tención era formar una “Unión de Productores” y así contrarrestar el poder de los trust compradores de carnes. En 1932 la “unión” había quedado solo en el papel. Uruguay enfrentaba una acuciante situación financiera ya que los empréstitos no solo estaban suspendidos por la falta de liquidez mundial, sino por la decisión del CNA en enero de ese año de cancelar el pago de la deuda. Además, se agregaba otro problema: Reino Unido cerraba en julio de 1932 los Convenios de Ottawa, por los cuales daría “preferencia imperial” a los productos agropecuarios de sus colonias y excolonias(5). Esto sería contraproducente para los intereses comerciales de la incipiente unión de productores del Cono Sur. Mientras la carne congelada y enfriada de Nueva Zelanda y Canadá ingresaba libre de restricciones aduaneras al mercado británico, los mismos productos sudamericanos se veían limitados en un 65 % sobre el total. El frente negociador compuesto por Argentina, Brasil y Uruguay se derrumbaba no solo por la avanzada británica, sino también por la ruptura de relaciones diplomáticas entre Uruguay y Argentina en el mes de julio(6). Después de varias propuestas se acordó una fórmula de “comprar a quien nos compre” (Caetano y Jacob, 1990, 17-20). Mientras tanto el gobierno comenzaba a realizar arduas negociaciones con diferentes países para transitar a la bilateralidad comercial en un mundo que profundizaba el proteccionismo. En abril de 1932, el XVI Congreso de la Federación Rural estableció que debía descartarse la presencia del Estado a nivel industrial y “procurar convenios comerciales de mutua conveniencia con otros países” (Caetano y Jacob, 1989, 84) lo que acompañaba los argumentos de Gabriel Terra y el Consejo Nacional de Administración sobre la bilateralidad. Al final, distintos acuerdos se firmaron en el correr de la década, incluyendo a España, Alemania, Estados Unidos, entre otros(7).


En ese contexto de crisis económica e intentos negociadores del gobierno uruguayo es que Carlos Vaz Ferreira realizó en la Universidad de la República un ciclo de conferencias tituladas “El ultra proteccionismo” publicadas por la Revista Económica Sudamericana. ¿Por qué los industriales las reprodujeron? Ahí se entra en el terreno de la especulación, pero a medida que se va leyendo el planteo del autor se observa que este, en parte, comprende el criterio que ese grupo empresarial tenía respecto al proteccionismo. Sobre las medidas que debería tomar el gobierno, los sectores empresariales nucleados en el Comité de Vigilancia Económica no tenían una opinión unánime(8). A fines de 1931, la Federación Nacional de la Industria y el Comercio había solicitado al nuevo ministro de Industrias, Edmundo Castillo, una “Revisión general de las tarifas aduaneras, cuidando que la protección a la industria nacional fuese planificada científicamente, evitando provocar represalias de los mercados externos” (Caetano y Jacob, 1989, 86).


Entre el libre cambio y el proteccionismo: el paralogismo como método de análisis


En la primera conferencia, Vaz Ferreira (1932a) se define formado en el libre cambio: “Mi generación […] tiene que ver las exageraciones del proteccionismo como un retorno del pasado”, ejemplificado con la historia de China, de Paraguay y de la América colonial (158). Esto redunda en un choque generacional: “Cuando nosotros nos educamos lo nuevo era el libre cambio; lo viejo era el proteccionismo. Lo nuevo era la internacionalización del comercio; lo viejo era el aislamiento” (158). Sí reconoce como idea o punto de vista nuevo para su generación el “estatismo” o “doctrina del servicio público” como un avance para compensar “la insuficiencia del individuo” (Vaz Ferreira, 1932a, 159), aunque en estas conferencias no se explayó sobre el papel del Estado y tan solo alertó de forma colateral el riesgo que encierra el “hiper estatismo”. Unos años más tarde, Vaz Ferreira (1939) insistió en su convicción de que la crisis de su presente y de su generación era la regresión al pasado, a lo superado y a lo archivado, incluyendo al nacionalismo económico, a la guerra y su apología, a la supresión de las libertades individuales, a los gobiernos personales y fuertes, a los odios y persecuciones raciales, entre otros males (17-18).


Retomando el objeto de las conferencias, es importante puntualizar que el filósofo uruguayo no reniega de su formación favorable al libre cambio, pero se despega de aquellos que considera “dogmáticos” o “extremistas”, quienes no tienen cabida en un mundo que retornó al ultra proteccionismo. Desde su perspectiva, dado el escenario mundial, es necesario desarrollar un “proteccionismo racional”, selectivo en el grado y las necesidades que se consideren justos para resolver los problemas económicos globales y a la vez los de cada uno de los países. Si bien no es una solución perfecta, era la única que se acercaba como posible(9). De esta manera: “en esa combinación, hay una, la primera [el libre cambio], que es idea principal, y, la otra, la segunda [el proteccionismo], idea complementaria; una, idea directriz, y, la otra, idea correctiva” (161). Según su hija Sara Vaz Ferreira (1981), en estas conferencias de filosofía económica “muestra la superioridad lógica, psicológica e incluso ética del libre cambio” (302).


Carlos Vaz Ferreira (1932a), en su esfuerzo por demostrar el error en el que incurre el ultra proteccionismo, aplica en sus argumentaciones un recurso que denomina “paralogismo”. Este parte de una creencia errónea, pero su difusión se generaliza manteniéndose como verdadera, aunque en realidad es falsa(10). El primer paralogismo fue el siguiente: “El proteccionista habitual […] lo es para su país; pero no para los otros países” (161). Los favorecedores del proteccionismo se orientan a la defensa de su mercado interno procurando que, después, sus productos puedan colocarse en otros mercados libres de impuestos y restricciones: “no hay ningún proteccionista que desee no exportar, disminuir la exportación” (162).


Vaz Ferreira concluye que el proteccionismo aplicado racionalmente puede ser bueno y eficaz (correctivo y no ideal) si se establece el punto de vista internacional, ya que “haber prescindido de él, fue causa funesta del mal. Sin esa consideración no será posible el remedio” (162)(11). Esto lleva al autor al análisis del nacionalismo, tema que también vincula con el del comercio y con más razón en tiempos de crisis. Para Vaz Ferreira (1932b), existe un nacionalismo legítimo y natural como marco vinculante y de defensa de valores comunes. Sin embargo, hay un “mal nacionalismo” que en la defensa de lo propio perjudica a otros y engendra: “estrechamiento de sentimientos, la desinternacionalización psicológica porque no es psicología de austeridad sino psicología de aislamiento, de hostilidad y mal humor, de egoísmo nacional, de indiferencia a lo humano y a los ideales internacionales” (193)(12).


En cada una de sus conferencias dedicó un espacio para manifestar sus críticas a la política proteccionista de Estados Unidos que había sellado su economía a personas y de mercaderías: “creyéndose que aislándose, cerrándose, constituyéndose en mundo aparte, podrían alcanzar un standard de vida, un grado de bienestar superior al del resto del planeta, procediendo así sin preocuparse del resto de la humanidad” (Vaz Ferreira, 1932a, 164). Sin embargo, mantenía intacta su pretensión de “continuar llenando el mundo de sus automóviles y con sus receptores de radio y con todos sus otros artículos” (161). Otro motivo de reprobación es el efecto de imitación que la acción de las grandes potencias desparramó por el resto de los países, en especial los que más lo sufren son aquellos que poseen menos recursos naturales ya que “pueden hacer poco” o simplemente “subsistir”. Con un lenguaje médico explica que solo consiguen utilizar remedios sintomáticos y de alivio, sin una cura real de la enfermedad (159-160), y en una perspectiva muy pesimista vislumbra su “retroceso a una civilización ínfima” (161). Es decir, un mundo ultra proteccionista no dejaría margen más que el empleo de un “proteccionismo racional” de defensa de la industria nacional, siempre y cuando se haga en casos “bien indicados”. Igualmente, esta solución no es vista como ideal ya que hay países más dotados o surtidos, como Estados Unidos y Gran Bretaña y sus colonias, que pueden sobrevivir mejor por su grado de desarrollo.


Continuando con los paralogismos, Vaz Ferreira (1932a) analiza uno que exalta el proteccionismo haciéndolo caer en la injusticia cuando favorece a los productores y perjudica a los consumidores, quienes pueden adquirir artículos de peor calidad o no disponer de bienes que no son cubiertos por la producción local. Los productores tienen la capacidad de organizarse y por ende de influir en gobiernos para generar acciones y regulaciones que los beneficien. Los consumidores en cambio, pese a que son todos los hombres, “no forman esas fuerzas de gobierno”. Si se pensara en ellos “entonces sería el libre cambio el que evocaría la idea de protección” (165).


En la tercera conferencia, Vaz Ferreira (1932b) retoma el paralogismo del “balance a corto plazo” de los ultra proteccionistas. Su argumentación parte de la crítica a la “disciplina económica” “basada en indicadores” (192), los que en el corto plazo mejorarían porque en la protección a la industria aumentaría el empleo, la producción y la balanza comercial. Sin embargo, para Vaz Ferreira la guerra económica que implica el proteccionismo genera “privaciones” y “tristezas” en el largo plazo, no solo materiales sino también espirituales. Y lo ejemplifica de la siguiente forma:


no hay ningún bien en que los hombres tengan menos libros (…) oigan menos música: en que haya menos receptores de radio para los habitantes de la campaña o los enfermos, cuya vida había sido transformada por ese pretendido artículo de lujo, perseguido ahora por el proteccionismo (…) no hay ningún bien en que se supriman los viajes, y la ampliación del espíritu que ellos provocan y la comunicación de hombres y de razas diferentes (192-193).


Debido a todas las restricciones comerciales, productivas y humanas que provo- ca el proteccionismo, este “debe justificarse y muy bien y no se pueden multiplicar esos casos, aún legítimos” (190), insistiendo en la idea excepcional que sería su aplicación. El ultra proteccionismo provoca la pérdida del goce y solo podría tener, quizás, ventajas educativas en aquellos que tienen resuelta su vida material, en cuanto “reanima el espíritu de sacrificio, fortaleza y virilidad” (192). En su razonamiento, si para el rico es posible identificar un posible bien, no es ese el caso de los pobres a quienes el ultra proteccionismo condena “hasta la miseria, hasta el hambre y la eliminación” (192).


Las posibles soluciones para “el horror” económico


En las dos últimas conferencias, Vaz Ferreira (1933) se dedica a plantear algunas soluciones y a continuar abonando su idea central acerca de las calamidades que provoca el ultra proteccionismo. La principal es “detenerse, suspender toda medida de ese orden [ultra proteccionista] para no provocar más reacciones de hostilidad” (7). De esta manera, los países deberían ir por el camino de los acuerdos, en consonancia con los que venían aplicando los distintos países, incluido Uruguay. Estos tratados debían ser recíprocos y de dos clases: “Unos de país a país, que serán sin duda los de aplicación próxima. Otros, convenciones de tendencia más o menos universal que serán para un futuro” (7). Vaz Ferreira menciona el acuerdo que en ese momento estaban negociando Uruguay, Argentina y Brasil y que ya fuera explicado. Los acuerdos “no serían ideales”, sino más bien provisorios, oportunistas y de “posibilidad próxima”, asumiendo que habrá perjudicados porque es imposible equilibrar la balanza comercial de forma artificial (8). En su mirada, la situación era “tan absurda, tan lúgubre” que cualquier medida que tienda a “dar marcha atrás”, debería ser bienvenida, y ejemplifica con un auto al borde del abismo: es mejor detener la marcha y retroceder un poco (9). Vaz Ferreira no plantea un retroceso al libre cambio anterior a la crisis, porque una condición para que este funcionara es la cola- boración de los demás y la reciprocidad, es decir, que todos los países lo practiquen lo que no era una posibilidad ni en su presente ni en un futuro relativamente cercano.


En cuanto a los países, hace un llamado a la Sociedad de Naciones para que fomente la economía mundial por medio de acuerdos comerciales. Vaz Ferreira (1933) se pregunta cómo deberían ser esos tratados, y concluye que lo ideal “deberían ser tratados de libre cambio generalizados, con un margen, determinado y limitado, para el desarrollo del proteccionismo nacional, que por ejemplo sería para cada país el porcentaje de alguna base económica que se tomaría; magnitud avaluada de su industria, de su capital nacional, de su población, de su producción” (8). En los tratados de país a país, proponía la dirección librecambista a partir de un comercio circular “que es el sentido bueno y razonable en que debe considerarse la balanza de comercio” (9). Si considera legítima y justa la ecuación de “comprar a quien nos compra”: concluyendo que:


Si ciertos países nos compran nuestros productos, y si otros países que podrían no nos compran nada, sobre todo cuando la actitud de los segundos resulta de una posición consciente, deliberada, basada en concepto de propio aislamiento, entonces por una parte convendrá excepcionalmente a países en la situación por ejemplo del nuestro, y por otra, será también contribuir a una sanción justa, tratar de comprar a los países que nos compren (10).


El problema moral en torno al proteccionismo


Cabe mencionar como Vaz Ferreira (1933) concluye su exposición en torno al proteccionismo y el libre cambio en tiempos de crisis económica mundial: “la falla lógica, y diría hasta moral, del proteccionismo, consiste en exigir, o esperar de los otros lo que nosotros no hacemos, o en hacer lo que no queremos que hagan los otros” (13). El valor de la reciprocidad en los acuerdos comerciales estaba en discusión y la mirada humanista de Vaz Ferreira se complementa con la de un pensador de la periferia del mundo capitalista. Uruguay iba atrás de los acuerdos dependiendo de la voluntad negociadora de las potencias. Estas marcaban las reglas de juego y establecían los límites y concesiones de acuerdo con sus intereses. El libre cambio también tenía sus implicaciones morales ya que “necesita de los demás pero sobre reciprocidad” (13). Es decir, el libre cambio es “bueno” en tanto todos los países asumieran esa postura, que supone la idea de la cooperación y el intercambio recíproco en un mundo que precisaba corregir las fallas que las propias limitaciones habían ocasionado. En su análisis destaca la premisa de que el concepto crisis en el sentido económico es “normal”:


Crisis es una perturbación pasajera. Confundir con “crisis”, en ese sentido clásico, el actual mal económico, es como si se confundiera con esa molestia orgánica, que es en nuestra especie condición o exponente de la fecundidad, el desangramiento permanente, creciente, gravísimo a que da lugar un cáncer en los órganos mismos de la vida. Solo el ataque directo del mal puede traer el remedio. Y ese cáncer económico que hoy infecta y consume a la humanidad es el ultra proteccionismo (Vaz Ferreira, 1932a:160).


Por lo tanto en su tiempo no percibía una crisis, sino una depresión mundial “anormal”. En su mirada filosófica, y a la vez histórica, había que buscar las causas, y entre ellas lo fundamental era identificar la “causa esencial y primaria”, que él ubica con la “supresión del comercio mundial” y no en sus efectos que se reflejaban en los patrones monetarios y cambiarios. En esta dinámica, el “ultra proteccionismo generalizado” era un “absurdo”, una “trágica paradoja” y una “falsa ideología”. Debido a ello, la humanidad asistía a una guerra económica que “en algunos sentidos” era más terrorífica que la “verdadera guerra”. Porque la guerra “propiamente dicha, admite neutralidad” y no lo permite el “proteccionismo extremado”. Ejemplificaba con la gran guerra en la que hubo países neutrales y otros que obtuvieron ventajas económicas. El punto medular de su explicación radica en que la guerra es condenada ideológicamente —produce víctimas, sufrimiento, miseria y “muestra el horror, que todos sienten”— pero no sucede lo mismo con el ultra proteccionismo que “no se ve, o no se ve bien, el mal que hace a otros ni el que los mismos países acabarán a la larga por hacerse” (1933, 4). Además, la gravedad se agigantaba porque los hombres se acostumbran, naturalizan y legitiman el “hiper proteccionismo” sin percatarse de los males que causa, y no quieren abandonarlo porque se ha perdido “la fe […] en la libertad de comercio” (1933, 11).


Vaz Ferreira se presentó pesimista en el tiempo de la salida de la “pesadilla” y mostró confianza en que se arribaría a una solución, como se termina una guerra “si la humanidad quiere subsistir y si quiere seguir adelante”. Lo interesante del caso es que doce años más tarde de sus primeras conferencias sobre el tema, en el contexto de una nueva guerra a escala global, sigue considerando la vigencia de su creencia sobre este mal económico que asecha a la humanidad, con sus terribles costos humanos y materiales.


Conclusiones


Cuando Vaz Ferreira dictó estas conferencias el mundo atravesaba una situación de gran incertidumbre y estancamiento. Incertidumbre por las medidas tomadas, que no respondían a un plan alineado o coordinado. Por lo que más bien eran reacciones frente a la crisis; y estancamiento, porque el panorama era de descenso de producción, de créditos, cierre comercial, desocupación e inestabilidad monetaria. No es casual, ni un recurso retórico, que la primera conferencia verse sobre el choque generacional que le producía haber sido formado en los principios y valores del libre cambio, los que estaban jaqueados por la vigencia de un ultra proteccionismo anterior a la Gran Depresión.


Deben resaltarse dos aspectos de este análisis. Por un lado, la crítica de Vaz Ferreira al proteccionismo absoluto o exagerado, que lleva a la guerra económica y al aislamiento de las naciones. Esta práctica produce consecuencias que pueden entenderse positivas en el corto plazo, como el aumento de la producción industrial y el empleo, aunque en el largo plazo son muy negativas, por el aislamiento, las restricciones comerciales que redundan en una disminución de las exportaciones, la hostilidad de las naciones y las privaciones materiales y espirituales. Por otro lado, Vaz Ferreira admitía que el problema del comercio mundial era también un problema humano. Aquí puede verse la riqueza de su planteo. No solo se adentra en un análisis económico teórico, sino que esboza lineamientos que refieren a las carencias morales que la crisis produce. Las restricciones pueden hacer que los ricos o acomodados vean la vida de forma más sencilla y se conformen con lo que tienen, educándose en valores, como la fortaleza y el sacrificio. Sin embargo, el pobre se ve más perjudicado porque tiene menos acceso a los pro- ductos y más caros. Entonces, al rico se lo educa y al pobre se lo condena.


Su cosmovisión muestra que detrás de la economía y los indicadores se hallan personas y que las decisiones que sobre ella se toman las afectan en el corto y largo plazo. Para este tipo de problemas, los seres humanos deberían encontrar soluciones intermedias y justas, no perfectas, para resolver el mal económico de su tiempo. Los acuerdos comerciales bilaterales eran importantes, aunque la tarea debía significar reciprocidad y conveniencia entre las partes, donde los países cubrieran las necesidades de los otros y viceversa, por ello considera justa la ecuación de “comprar a quien nos compra”. La cuestión moral es el intercambio circular y no el beneficio de unos sobre otros. Los tratados comerciales sirven para fomentar estas prácticas que provocarían la recuperación económica. De ahí que no solo se repararía un problema moral más que económico, sino que se llegaría al bien común.


Referencias

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Revista Histórica (Museo Histórico Nacional), 292-308.


Notas

1 Sobre la trayectoria académica de Carlos Vaz Ferreira es larga la lista de trabajos, se recomienda Claps (1979) quien analiza el pensamiento y la ubicación temporal del filósofo en el contexto espiritual y académico uruguayo. Un estudio reciente sobre sus ideas políticas es el de Andreoli (2012). Sus obras completas fueron publicadas por la Cámara de Representantes de la República Oriental del Uruguay a fines de los cincuenta y principios de los sesenta. Fue profesor y rector de la Universidad de la República en varios periodos, Vaz Ferreira (1957, 9-13).

2 Las cinco conferencias fueron dictadas en 1932 en los siguientes días: la primera el 12 de agosto, la segunda el 19 de agosto, la tercera el 12 de setiembre, la cuarta el 19 de setiembre y la quinta el 30 de setiembre.

3 El Consejo Nacional de Administración había sido introducido en la constitución de 1917 que era la vigente en el país. Era el órgano dentro del Poder Ejecutivo encargado del diseño y gestión de las políticas económicas y sociales y funcionaba en forma colegiada, con nueve miembros elegidos directamente por la ciudadanía seis de la mayoría más votada y tres por la minoría (Lindahl, 1971, 60-64).

4 Al respecto de este tema ver: Caetano y Jacob (1989, 91-101); Oddone (1990, 26-54) y Nahum, Goyetche y Arrillaga (2014, 121 y ss.).

5 Para más información sobre los convenios de Ottawa: Escudé y Cisneros (2000), y sobre las relaciones uruguayo británicas: Nahum (2003). Vaz Ferreira (1933) consideró que los convenios de Ottawa representaban: “la limitación en la forma más peligrosa, más traicionera del proteccionismo” (12). Esto se daba por las limitaciones que implicaban las cuotas y las conveniencias a las cuales accedían los países firmantes mientras dejaban afuera al resto.

6 En julio de 1932 el presidente Gabriel Terra decidió romper relaciones diplomáticas con Argentina por un confuso acontecimiento acaecido en el marco de los festejos del 9 de julio, día de la independencia del país vecino. El anuncio se hizo el día 13 aduciendo “razones patrióticas”. Finalmente, estas se reanudaron en setiembre, y se retomaron las conversaciones sobre la Unión que no llegó a concretarse (Caetano y Jacob, 1990, 161).


7 Respecto a este tema de la bilateralidad: Oddone (1990, 66-86), Jacob (2016, 13) y Jacob (1983, 12-13).

8 El Comité de Vigilancia Económica fue una asociación de entidades empresariales, constituida en 1929, donde se encontraban la Asociación Rural y la Federación Rural, la Unión Industrial, la Cámara de Comercio, la Unión de Bancos, entre otras. Según José Pedro Barrán (2004): “se hallaba lo más granado de la fortuna territorial, parte de la comercial e industrial y líderes políticos herreristas, riveristas y cívicos, y aún simpatizantes del presidente Gabriel Terra, en los años 1931 y 1932 difundió desde sus congresos y publicaciones las viejas ideas conservadoras” (131).

9 Vaz Ferreira distinguía dos tipos de problemas: los explicativos y los normativos. A juicio del autor, los primeros admiten una solución y la misma es perfecta. Para los segundos, su naturaleza permite varias soluciones por lo que no existe una solución perfecta, por lo que debe intentarse acercarse a la perfección (Acosta, 2010, 69).

10 Vaz Ferreira (1963) explica: “Una de las mayores adquisiciones del pensamiento se realizaría cuando los hombres comprendieran que una gran parte de las teorías, opi- niones, observaciones que se tratan como opuestas, no lo son” (20). Para ampliar sobre el concepto de paralogismo: Piacenza (2013, 69-84).

11 En la cuarta conferencia del 16 de setiembre de 1932 menciona otra vez esta idea (Vaz Ferreira, 1933, 2).

12 Sobre el patriotismo, Vaz Ferreira (1962) teorizó en sus clases de 1908 y 1920 pu- blicadas en Moral para Intelectuales. El autor expresa: “’patria’ comporta solidaridad entre personas próximas, afectos individuales por seres particulares, por cosas particulares, por instituciones particulares, lo que es bueno. […] Por eso sería más verdadero, al mismo tiempo que más práctico, no solidarizar el perfeccionamiento humano con la supresión de las patrias, sino sólo con la supresión o atenuación de lo que ellas tienen de recíprocamente hostil o incomprensivo, lo que es más superable” (135-136).