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Recensiones
Recensión del libro de Francisco Romero
Epistolario (Selección). Buenos Aires: Corregidor, 2017
Edición y notas de Clara Alicia Jalif de Betranou. Introducción: Juan Carlos Torchia Estrada
Pablo
Drews
Universidad de la República (UdelaR)
Cuando en 1934 el filósofo argentino Francisco Romero (1891-1962) presentó en homenaje a Manuel García Morente, acuñó para la posteridad el concepto de “normalidad filosófica” para referirse de manera descriptiva a la situación de la filosofía no solo en Argentina sino en toda América Latina. En palabras de Romero, la normalidad filosófica es “la filosofía concebida como función científica, como trabajo y no como lujo o fiesta” (Romero, 1950, 130). Y que la actividad filosófica se haya normalizado en este continente significó la integración de la disciplina en la común vida del espíritu. La existencia de sociedades de filosofía, cátedras, departamentos especializados, publicaciones de libros, revistas, realización de congresos, actualizaciones bibliográficas, traducciones de filósofos clásicos y contemporáneos, nos permite hablar hoy, parafraseando a Romero, de que la filosofía se ha consolidado como un cauce cultural, es decir, como algo claramente normal. La labor de Romero no solo ha consistido en constatar la situación de normalidad filosófica en dicho continente, sino que gran parte de la misión del filósofo argentino consistió en contribuir a consolidar la madurez filosófica en América Latina. La prueba de este desarrollo filosófico por parte de Romero la encontramos, primero, en la fundación de la cátedra Alejandro Korn, en donde, además de la difusión de la actualidad filosófica más relevante del momento, congregó a los actores filosóficos de América Latina; segundo, en la creación y sostenimiento de la Biblioteca Filosófica de la Editorial Losada, Biblioteca que logró difundir a nivel continental lo más importante de la filosofía a nivel mundial; tercero, la creación de redes intelectuales nacionales, regionales e intercontinentales, que permitió la integración y consolidación de los principales actores filosóficos del momento. Ahora bien, para entender por qué Romero sostiene que normalizar la filosofía es una necesidad que exige esfuerzo, aprendizaje y continuidad, la reciente publicación de su Epistolario bajo el cuidado de Clara Alicia Jalif de Bertranou, resulta un material ineludible que nos ayuda a materializar la contribución de Romero a la filosofía en América Latina. Las más de mil páginas que componen este Epistolario permite situarse en un conocimiento directo en todos los niveles en los cuales trabajó Romero para elevar el nivel filosófico en América Latina, informando a sus interlocutores la labor de difusión de su maestro Alejandro Korn, el contenido y los encuentros en las cátedras, el trabajo como editor en la Biblioteca Filosófica de la editorial Losada y, fundamentalmente, en el tejido de esa red de intelectuales que se fue creando a lo largo de varias décadas. Dada la amplitud de interlocutores y temas que podemos leer en este Epistolario, consideramos que puede resultar importante para futuras investigaciones sobre el quehacer filosófico en América Latina centrarse tan solo en una pequeña muestra de aquellos interlocutores preocupados por la situación de la filosofía en América Latina, con quien Romero tuvo una correspondencia importante en contenido y en extensión. Veamos algunos de ellos.
Francisco Miró Quesada
Filósofo peruano nacido en 1918, Miró Quesada fue uno de los impulsores más importantes del proyecto filosófico latinoamericano que hacia 1940 se va consolidando en todo el continente. Y en este proyecto, que el filósofo peruano entiende como el levantamiento de la cultura en nuestra América, la incidencia del pensamiento y de los proyectos filosóficos de Francisco Romero tuvieron un papel determinante. En efecto, la correspondencia entre los dos filósofos, que podemos apreciar en el libro, comprende más de dos décadas, en donde desde la primera carta escrita por Miró Quesada en abril de 1940, con un tono entre formal y amistoso, el filósofo peruano presenta sus credenciales, su libro recién publicado Curso de Moral, además de su estima y reconocimiento por Romero, hasta la última carta que aparece en este epistolario también escrita por Miró Quesada el 30 de abril de 1961. Entre esas dos décadas podemos apreciar el vivo intercambio dialógico en el cual Romero aparece en muchos aspectos como maestro del filósofo peruano, comentando las virtudes y los posibles arreglos de la producción bibliográfica de este último, pero también sumándolo al proyecto de “normalización filosófica” en América Latina. Justamente, en relación con el quehacer filosófico en América Latina que lleva adelante, haciendo partícipe a Miró Quesada como un interlocutor privilegiado conceptual y geográficamente, aparece en dicha correspondencia una palabra clave que en cierto modo resume uno de los ejes del proyecto del filósofo argentino, nos referimos a la noción de archivo. Pero para ser más explícitos sobre el tema, leamos el siguiente fragmento de una carta que Romero le escribe al filósofo peruano el 4 de septiembre de 1941:
Querido amigo:
Estamos
iniciando las actividades de esta Cátedra con mucho éxito
e interés. Por el adjunto prospecto verá las primeras
cosas que emprendemos: proyecto una conferencia sobre Deustua, en el
ciclo que preparamos.
El Archivo es lo que más
me interesa. Hay un equipo que redactará una especie de
informes o legajos sobre cada escritor iberoamericano de filosofía,
leyendo al efecto sus libros y demás escritos: esto es
complementario de la ficha de cada uno (Romero, 2017: 574).
Y para esta tarea, Romero le pide a Miró Quesada que le ayude con las fichas de toda persona que haya escrito de filosofía, además de que le haga saber sobre las nuevas generaciones de filósofos de los diversos países latinoamericanos, cuyo objetivo, según Romero, es ampliar y difundir el Archivo. El archivo como sistematización y reconstrucción de toda la filosofía que se hace en América Latina, el archivo como diagnóstico de la situación filosófica en el Continente, el archivo, en suma, como uno de los pilares de la Historia de las Ideas latinoamericanas que tiene a Romero, y no solo a Ortega y Gasset y José Gaos (con quienes Romero establece correspondencia), como uno de sus principales mentores. Ahora bien, esta vinculación quedará más clara en la correspondencia que Romero mantiene con Leopoldo Zea y Arturo Ardao, para quienes Romero, al igual que Miró Quesada, es reconocido como un maestro filosófico. Veamos algunos fragmentos de la correspondencia con estos dos filósofos latinoamericanistas. Empecemos por el filósofo mexicano.
Leopoldo Zea
La noción de la Historia de las Ideas Latinoamericanas como reconstrucción del fondo histórico de las creencias fundamentales tuvo al filósofo mexicano Leopoldo Zea como uno de sus grandes impulsores. Y en este proyecto de carácter continental se suele nombrar a José Gaos (maestro de Zea en México), y a través de este a José Ortega y Gasset como los dos filósofos que incidieron intelectualmente en la gestación de esta corriente. Sin embargo, la reciente publicación del epistolario de Francisco Romero, y dentro de este la correspondencia que mantuvo con Miró Quesada, Leopoldo Zea y Arturo Ardao, entre otros, nos ofrece un material muy valioso para entender las aportaciones del filósofo argentino a la corriente de Historia de las Ideas. De todos modos, es importante aclarar que la obra de Romero no puede ser encasillada en la concepción latinoamericanista en la que suele ubicarse la obra de Zea, pues la contribución del filósofo argentino a la Historia de las Ideas Latinoamericanas debe entenderse en su insistencia por la creación de un archivo de los filósofos y las filosofías que se han practicado y se practican en América Latina. Y es justo esta tarea la que se puede apreciar en las casi dos décadas, desde 1940 hasta 1958, de correspondencia entre Francisco Romero y Leopoldo Zea. Además de la importancia de la construcción del archivo filosófico latinoamericano, que Zea toma como tarea propia, en la correspondencia entre los dos filósofos se deja entrever la posición concreta de Romero en torno a la originalidad y autenticidad de la filosofía latinoamericana, tema que ha sido vertebrador de la filosofía a nivel continental. En concreto, en una carta fechada el 7 de septiembre de 1941, Francisco Romero le escribe a Leopoldo Zea algunas ideas y sugerencias que tienen como objetivo, tal vez, corregir algunas de las derivas localistas o esencialista que estaba tomando el pensamiento de Zea en torno a la cuestión filosófica latinoamericana. Veamos algunos fragmentos:
Su poner de nuevo sobre el tapete el tema de la filosofía iberoamericana me ha suscitado una porción de ideas […] Yo creo que hay dos cosas, o dos tareas: el trabajar buenamente por la filosofía, que es, siendo en nuestros países, laborar por la filosofía iberoamericana; y el propugnar esa filosofía y ayudar a que surja, se afirme y perfile, mediante esfuerzos encaminados a que tome consciencia de sí. Yo imagino que estoy haciendo algo en los dos sentidos. […] Hace un par de años me invitaron a pronunciar la oración inaugural en la apertura de cursos […] de una aporía: hay que querer que haya filosofía iberoamericana, pero luego de afirmarse en este anhelo, hay que olvidarse un poco de él y no ponerse a hacer de propósito y con rebusca y artificio una filosofía iberoamericana, sino… filosofía. Porque lo propio de la filosofía es la universalidad: y lo que es deseable, a mi modo de ver, es que la limpia universalidad y la objetividad filosóficas deban algo o mucho al impulso americano. Claro que habrá, y es natural que haya, predilección de ciertos temas o menos próximos a nuestra peculiaridad. Pero me parece un peligro esa actitud de algunos de ponerse a buscar peculiaridades, más o menos efectivas y esenciales, y querer ser fieles a ellas; el resultado sería un localismo reñido con la esencia de la filosofía (Romero, 2017, 982).
En estas pocas líneas, Romero adelanta con mucha intuición intelectual uno de los vicios internos en que, según Carlos Pereda, cae la filosofía latinoamericana: el entusiasmo nacionalista. Entendido también como vicio de los contextualistas o latinoamericanistas, este vicio es presa de la falsa oposición, pues se entiende que frente a la filosofía universalista debe recuperarse la propia realidad, planteando de entrada la contradicción entre filosofía concreta, como podría ser una filosofía inca o andina, con la filosofía occidental. En cambio, creemos que tampoco debe entenderse que Romero, en su afán de concebir a la filosofía por su aspiración universal, cae víctima de los vicios del universalismo, también señalados por Carlos Pereda, entendidos estos como el fervor sucursalero y el afán de novedades. Por el contrario, si algunas ideas quedan claras en la obra de Romero y que se confirman en este Epistolario, es su posición moderada sobre el quehacer filosófico en América Latina, donde sin descuidar los problemas concretos del Continente busca analizarlos bajo categorías filosóficas de corte universal, labor, tal vez, que aprendió de su maestro Alejandro Korn y también del su tan apreciado Carlos Vaz Ferreira.
Arturo Ardao
El archivo como diagnóstico y reconstrucción de las ideas en América Latina tuvo, junto a Leopoldo Zea, al filósofo uruguayo Arturo Ardao como otro de sus más grandes alentadores y sistematizadores. Al igual que su colega mexicano, la labor de Ardao en la filosofía latinoamericana puede entenderse como una muestra de rigor intelectual por evidenciar las diferentes capas conceptuales que encubren el discurso sobre dicho Continente. La confirmación de esta tarea se encuentra en las diferentes obras que el filósofo uruguayo escribió sobre el tema, desde Filosofía pre-universitaria en Uruguay (1937), Espiritualismo y positivismo (1950), La inteligencia latinoamericana (1991), entre otras. Como para casi todos los filósofos latinoamericanos de su generación, Francisco Romero fue para Ardao un maestro intelectual, cuyas recomendaciones para elevar el nivel filosófico en América Latina fueron seguidas con rigor por el filósofo uruguayo. Y, en efecto, la idea de un archivo de la Historia de las Ideas Latinoamericanas que Romero trabaja desde la cátedra Alejandro Korn y en la dirección de la colección de pensamiento filosófico de la Editorial Losada, la podemos entender como una de las grandes incidencias que encuentra resonancia en la obra de Ardao. La correspondencia entre los dos filósofos es una muestra privilegiada de esta influencia. Desde el 19 de junio de 1941, en donde en esta ocasión es Romero quien inicia el largo diálogo con el filósofo uruguayo buscando en él un interlocutor que le ayudara a confirmar y continuar la normalización de la filosofía en América Latina, hasta el 20 de abril de 1962, carta también escrita por Romero, leemos un vivo intercambio dialógico sobre filosofía, cultura, política, noticias sobre amigos en común, publicaciones, homenajes a Alejandro Korn, artículos sobre Vaz Ferreira y, fundamentalmente, sobre la situación y las posibilidades concretas de la filosofía en América Latina, tarea que se hace explícita desde la primea carta de Romero a Ardao:
Le anuncio también que la Cátedra A. Korn ha incitado ya a personas de varios países a trabajar en la averiguación de los orígenes filosóficos de sus respectivas naciones: se está trabajando en ello, por sugestión nuestra o espontáneamente, en Cuba (Vitier), Venezuela (Casanovas), Bolivia (Francovich), Perú (grupo de Barboza), México, etc. Dentro de poco espero que habrá notables resultados (Romero, 2017, 40).
La respuesta de Ardao no se hace esperar demasiado, y el 19 de junio de ese mismo año, el filósofo uruguayo presentándose “por mi parte en la modesta condición de alumno” (Ibid.) ante Romero, se siente impulsado también a colaborar en la construcción del archivo filosófico latinoamericano, comentándole a Romero que “trataré… de llegar a aportar algún grano de arena a la obra de Uds.” (Ibid.). Y en todos estos años de amistad con el filósofo argentino, Ardao no hizo otra cosa que elevar el nivel filosófico en el Continente, cumpliendo con rigor y precisión la tarea sugerida por Romero en una carta fechada el 23 de agosto de 1954, en donde Romero le sugería: “Si usted pudiera hacer ahí un archivo de Historia de las Ideas en Hispanoamérica, sería una gran cosa” (Romero, 2017, 48). La correspondencia continúa entre los dos filósofos insistiendo por parte de Romero en que uno de los pilares para normalizar la filosofía consiste en “difundir libros filosóficos”, tarea que el filósofo argentino le comenta a Ardao que “sólo con libros abundantes en muchas manos será fértil la educación filosófica, sobre todos en estos países de pobre acervo bibliográfico en los centros oficiales” (Romero, 2017, 50).
Redes intelectuales y archivo filosófico
El
Epistolario de Francisco Romero constituye un material imprescindible
para todo investigador interesado en la labor filosófica en
América Latina. La tarea del filósofo argentino la
podemos resumir no solo como el elevamiento de la filosofía
continental, sino también como una contribución de la
cultura latinoamericana a la filosofía. La “organización
de la consciencia filosófica en América”, como
Romero denominó a su empresa, llevó al filósofo
argentino a establecer contactos con los diversos actores filosóficos
del Continente que, como los ya señalados Miró Quesada,
Zea y Ardao, colaboraron con la construcción del archivo
filosófico latinoamericano. En ese sentido, el intercambio
sostenido sobre estos temas con los filósofos
latinoamericanistas permite entrever posibles proyectos, ideas,
sugerencias, líneas de investigación, como la
continuación del archivo filosófico latinoamericano.
Sin embargo, si dijéramos que la reciente publicación
del Epistolario de Romero solo puede ser útil en dichos
aspectos, estaríamos faltando a la verdad. Otros de los
aportes importantes a partir del cual podemos valorar el Epistolario
de Romero es la idea de redes intelectuales, noción que, a
diferencia de la tan esquemática noción de generación
histórica, permite entender los aspectos intelectuales y otros
aspectos como la política, lo socioeconómico, las
afinidades entre los intelectuales de edades y procedencias
diferentes. En efecto, el Epistolario de Romero es una prueba de
dichas conjunciones, de diálogos que trascienden el mero
aspecto generacional, creando lazos intelectuales que incluyen la
participación en proyectos de largo alcance, cuya función,
como hemos insistido, es doble: elevar el nivel filosófico en
América Latina y contribuir desde la cultura a la filos
Bajo esas
consignas, estamos ante un libro que nos ayudará a entender
cómo se fue construyendo el devenir cultural y filosófico
en América Latina, entre cuyos interlocutores, además
de los ya mencionados, encontramos a Américo Castro, Alejando
Deustua, José Ferrater Mora, Risieri Frondizi, José
Gaos, Juan David García Bacca, Eugenio Ímaz, José
Ingenieros, Alejandro Korn, Alexandre Koyré, Ezequiel Martínez
Estrada, Rodolfo Mondolfo, Victoria Ocampo, José Ortega y
Gasset, Alfonso Reyes, Augusto Salazar Bondy, José
Vasconcelos, Carlos Vaz Ferreira, y hasta
el tan laureado Ludwig Wittgenstein, entre otros.
Romero, F. (1950), El hombre y la cultura. Buenos Aires: Espasa Calpe.